domingo, 15 de mayo de 2016

He venido a jugar...

Me gusta mi vida. Me encanta lo bueno que tiene y me fascina lo malo, que me pone a prueba con retos ilegibles y sorprendentes, que me agitan las entrañas, que me hacen sentir, que me da lecciones... Mi karma está desequilibrado (de acuerdo) pero siempre consigo reconducirlo y distinguir la parte positiva de lo que me da. El destino es irónico y caprichoso, juguetón y traicionero. Nunca se sabe cuando una acción desinteresada, por educación se podría decir, hacia una persona te puede dar tanto. Como la sentencia de ésta es la elevación a la enésima potencia de tus anteriores visiones erróneamente proyectadas en un espectro previo. Cuál es la inadvertencia de poder adosar tu armazón en el suelo sin miedo a que sea escarnecido. Claudicar y desnudar la sensibilidad ajena para el gentío. La abominación de la violación de unos eternos Súcubos e Íncubus más allá de la pervesión. El descanso de dos figuras vencidas y unidas por jadeos descompasados... Una y otra vez. 

Septenario tras septenario hay una evolución. Hay deseo de búsqueda recíproca. Versión perfeccionada de lo que tuve entonces, sin la aparición espontánea de fantasmas mendigos y celosos que postergan sus triunfos y mutilan sus almas...